Después de 18 horas de oscuridad, asientos incómodos y comida de avión, llegó por fin un premio. Se hizo de día y el avión ascendió para cruzar Los Andes, que parecían no acabar nunca. Filas y filas de montañas nevadas que desafiaban al típico paisaje de nubes que se suele ver desde los aviones, sobresaliendo y mostrando lo increíblemente bella que puede llegar a ser la naturaleza.
lunes, 6 de agosto de 2007
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1 comentario:
Desde la ofi y después de ver tu blog te digo que eres una estupenda narradora de tus vivencias. Igual la literatura también es lo tuyo. Besos. MUM
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